Tampoco quisiera llenar los días de tu vida con poco más que una triste botella de vino barato y dos mendrugos y medio de pan, pero es que quiero que estés a mi lado, necesito que estés a mi lado. Doy y daré todo, estás en mis sueños, en mis pensamientos cuando me levanto, en el viento cuando aúlla. Voy recogiendo uno a uno los cabellos de tu cepillo favorito y antes de irme grabo un mensaje para ti, como siempre, en el espejo dónde te acomplejas cada mañana.
Espero tu respuesta y cuenta con la tranquilidad de que no perderé las copias de las llaves que hice sin tu permiso, aún sabiendo de antemano que no te importaría.
Siempre tuyo, Carlos.
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