La dulce sospecha del vientre que espera en llamas. La vertiente que la
discordia crea, ríos con la furia de los mares. El templo que anhela su
propia estatua griega, por fuera tan bello, en su interior un intento de
excelsa presencia divina, vacuo en sus cavidades. La fuerza del
despecho, el repentino despegue del infierno, tan visitado y presente
que no creemos arder, somos vaho, polvo, nada.
Las horas pasan desconocidas, los versos apagados y las presencias sólo son algo, no alguien.
Titanes arrojan sus despojos, los sollozos de sus propias bocas envueltas en ceniza. Nacen las miradas en su camino de lava, crean tierra y parásitos. La tierra acaba enmudeciendo, se niega a aceptar que aun tan llena de hermosura y cincelada en abundacia, su existencia se deba para sustentar a otros.
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El orgullo es tan solo un prejuicio. Y el prejuicio un orgullo.
Me sont perpétuelle
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No quiero tu presencia de soslayo
Si olvido hay un reclamo. Si cumplo hay un vacío. Si pierdo siempre gano. Dime ¿ Has desistido?
Todo lo que escribo es mentira, todo lo que hallo son respuestas. Mi corazón ya no dicta aquí, se aísla.
El genocidio truculento del andar en silencio. Un marchar que no renueva.
Soy una efigie, condenada a obsevar, hierática, sin vislumbre alguno de sentimiento. Me hallo atada, contemplo pero no me pronuncio. Recuerdo pero no palpo.
La cariátide sesgada. La piedra embravecida, el insulso eslabón del colofón.
Soy nada sin ti, sin tu existir no hay mi yo. Mi yo eres tú, mi Dios terció el mirar en otros grados.
24/11/14
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